Las raíces de este acontecimiento no son especialmente profundas, pero sí complejas, por lo que se debe atender a los complicados factores que actuaban en el primer cuarto del siglo XVII y que desembocaron en la llamada Defenestración de Praga: el papel de Bohemia dentro de los territorios de la familia Habsburgo, la situación religiosa del territorio y las consecuencias del reconocimiento de Fernando de Estiria como nuevo rey.
Si tenemos en cuenta la importancia que suponía Bohemia para la dinastía Habsburgo, encontramos que constituía un pilar revelante para la posición de la familia dentro del Sacro Imperio; formaba buena parte de una de las bases del bando católico en el este del Imperio, y era parte de la importantísima barrera de defensa europea contra el Imperio otomano. Un territorio de estas características era celosamente protegido por sus monarcas, y desde el primer cuarto del siglo XVII hasta 1740 vemos sentarse en su trono a los sucesivos herederos de la corona imperial.
Bohemia, religiosamente hablando, no era un territorio especialmente estable, pues estaba marcado por una profunda división intelectual y espiritual, y ya arrastraba conflictos religiosos desde que en el siglo XV se viviera ampliamente el fenómeno de la herejía y rebelión husita. A pesar de las líneas duras que habían seguido los emperadores Carlos V y Fernando I, desde Maximiliano II y sus herederos la política religiosa en Bohemia había tendido hacia una permisividad a regañadientes, que culminó con la llamada Carta de Majestad de 1609, otorgada por el emperador Rodolfo II y confirmada por Matías, rey de Bohemia y futuro sucesor de Rodolfo II. Esta Carta de Majestad permitía que los bohemios pudiesen practicar la religión protestante, establecía los llamados Defensores de la Fe para que garantizasen el equilibrio religioso e instituía una Iglesia bohemia protestante, todo lo cual incumplía el precepto Cuius regio, eius religio (“de tal rey, tal religión”) de la Paz de Augsburgo de 1555, alcanzada entre Carlos V y el bando protestante de la Liga de Esmalcalda.
El tercero de los orígenes de la Defenestración de Praga fue la sucesión del reino de Bohemia. Cuando Rodolfo II murió y Matías, hermano del difunto, se convirtió en emperador en 1612, comenzaron rápidamente las presiones, especialmente españolas, para convertir a Fernando de Estiria, primo de Matías y Rodolfo II, en nuevo rey de Bohemia. Fernando traía consigo una piedad y pasión contrarreformistas que ya molestaba a sus primos austriacos, pero que causaba pavor entre los protestantes, pues la política religiosa que aplicó en su ducado ya había obligado a muchos a huir a tierras bohemias. Debido a las reticencias que estos hechos suscitaron en Matías, España acabó comprando en 1617 la aceptación de Fernando como nuevo Rey de romanos en Praga y Bratislava durante la Dietas de Bohemia y Hungría. Además, a través de las renuncias de otros miembros de su familia, Fernando fue heredando y aglutinando un patrimonio territorial muy extenso en la frontera oriental del Sacro Imperio.
Tras su confirmación, Fernando se dirigió a Viena con Matías, dejando en Praga a diez gobernadores católicos que impusieron una peligrosa política por orden de su nuevo rey: instauraron un censor para controlar las imprentas, prohibieron usar fondos de los católicos para pagar a los ministros protestantes, se negaron a admitir a no católicos en cualquier puesto en la administración civil y prohibieron el culto protestante en las ciudades de Broumov (Braunau) y Hroby (Klostergrab). Estas medidas, unidas al exaltamiento de la fe protestante, que personajes como Jacobo I de Inglaterra y el elector del Palatinado se habían encargado generosamente de agrandar con el financiamiento de varias iglesias en la vieja capital, convirtieron Bohemia en una olla a presión destinada a estallar en la Defenestración de Praga.
El camino a la revuelta comenzó a andarse cuando los Defensores de la Fe convocaron la Dieta del reino en Praga el 5 de marzo de 1618, durante la cual acordaron elevar una petición al emperador Matías para que obligase a cambiar la política religiosa que seguía en Bohemia Fernando de Estiria. El emperador rechazó esta petición y ordenó que disolvieran la asamblea, cosa que hicieron tras acordar volver a reunirse el 21 de mayo. El 23 de mayo recibieron una carta del Consejo de Regentes que ordenaba su dispersión de nuevo, así que, rabiosos por esta acción, se presentaron en el Hradschin, el castillo de la ciudad. Comenzaba la Defenestración de Praga.
Los revoltosos arrojaron a dos de los miembros del Consejo y a su secretario por una ventana en lo que era una clara reminiscencia de cómo comenzó la Revolución husita de 1418, aunque milagrosamente los tres salvaron la vida supuestamente al aterrizar sobre un montón de estiércol. A continuación establecieron un gobierno provisional de 36 directores que autorizaron el reclutamiento de un pequeño ejército, aunque las arcas de la ciudad no podían costear nada muy importante. Además, los rebeldes bohemios se lanzaron en busca de aliados, mandando cartas a enemigos tradicionales de los Habsburgo como el elector del Palatinado, Saboya, Transilvania, Venecia, Holanda o la Unión Protestante.
Por su parte, los católicos respondieron de manera tibia y vacilante, pues la primera reacción del emperador Matías fue la de negociar con los sublevados mientras estos se lanzaban con sus exiguas fuerzas a apoderarse de los territorios de Silesia, Moravia, Lusacia, las dos Austrias, a tomar la ciudad de Pilsen e incluso a intentar asediar la propia Viena, aunque la derrota en la batalla de Zablati (sur de Bohemia) les disuadió de proseguir en el intento.
La muerte del emperador Matías a comienzos de 1619 y la perspectiva de que Fernando pudiese heredar la corona imperial hizo que en julio la Dieta de la corona de Bohemia firmase un pacto para crear una unión federal al que se añadirían las dietas de la Alta y la Baja Austria. En agosto, además, depusieron solemnemente a Fernando de Estiria y coronaron en su lugar a Federico, el elector del Palatinado.
En medio de todos estos problemas, los siete electores imperiales, reunidos en Fráncfort, optaron por respaldar a Fernando como nuevo emperador. Los nuevos recursos derivados del título imperial, nuevos subsidios españoles, el reclutamiento de tropas extranjeras y la entrada de tropas bávaras católicas en la Alta Austria y la Baja Austria hicieron posible la entrada de un poderoso ejército católico en Bohemia en 1620. Esta entrada culminó con la victoria del emperador Fernando a las puertas de Praga en la batalla de la Montaña Blanca, que le permitió comenzar a aplicar una política absolutista junto a una dura política religiosa en el territorio.
La rebelión de Bohemia había terminado infructuosamente para sus impulsores, pero su fracaso no evitó que la Guerra de los Treinta Años continuase y se alargase con la invasión española del Palatinado, la intervención danesa y, más tarde, la de Gustavo Adolfo de Suecia, que involucraron cada vez a más Estados, como fichas de dominó, hasta su finalización en 1648 tras la entrada de Francia en el conflicto.
Bibliografía
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Usunáriz, J.M. (2014): El inicio de la Guerra de los Treinta Años en la publicística española: la Defenestración de Praga y la Batalla de Montaña Blanca. Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra.
Wilson P. (2018): La Guerra de los Treinta Años. Una tragedia europea (I) 1618-1630. Madrid: Desperta Ferro Ediciones.
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